Cuadernos Universitarios. Publicaciones Académicas de la Universidad Católica de Salta (Argentina), núm. 13, 2020
e-ISSN 2250-7132
CC
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Abstract

Español

El objetivo de este trabajo es rescatar la retórica clásica y destacar su importancia en el aula. Este arte de la palabra, que se remonta a la Grecia clásica, se constituye en discurso epistémico que busca la «verdad» con el fin de «enseñar». Los actuales estudios lingüísticos: la teoría de la enunciación, de los actos de habla, de la argumentación, del discurso desde una perspectiva crítica y muchos otros que se relacionan con la retórica, permiten considerar el discurso persuasivo que desarrolla estrategias argumentativas y establece relaciones entre enunciador/enunciatario/os.

Desde esta perspectiva, la inclusión de la retórica en el aula es casi obligatoria e impostergable, porque el docente, con una adecuada preparación, puede generar las estrategias para canalizar e incentivar la práctica retórica desde una perspectiva crítica.

Palabras clave: retórica - argumentación - estrategias retóricas - perspectiva crítica

English

The aim of this paper is to retreive classical rhetoric and to highlight its importance in the classroom. This art of words, dating back to classical Greece, becomes epistemic discourse seeking«truth» in order to «teach». Current linguistic studies: the theories of enunciation, speech acts, argumentation, and discourse from a critical perspective – among many others related to rhetoric – enable the consideration of the persuasive discourse that develops argumentative strategies and relates the enunciator(s) and the addressee(s).

From this perspective, including rhetoric in the classroom is both almost mandatory and urgent, since well-prepared educators will be able to generate strategies to channel and foster rhetorical practices from a critical perspective.

Keywords: rhetoric - argumentation - rhetorical strategies - critical perspective

Artículo científico

Citar: Parra, M. (2020). El arte de la palabra en el aula. Cuadernos Universitarios, 13, pp. 61-66.

Odiseo: —Hijo de un padre generoso, también yo, cuando joven, tenía perezosa la lengua y muy activas las manos. Ahora, con los choques de la experiencia, he aprendido que no son las manos, que es la lengua la que todo lo maneja entre los mortales.

Sófocles, Filotectes

La retórica clásica

El arte de usar la palabra nos remite, indefectiblemente, a la Grecia democrática; sin embargo, el verbo ρητορεύω aparece ya en Ilíada (Libro 9, V. 4-43) con el significado de «hablar bien en público», para aludir a una de las características del héroe épico: el don de la palabra, quien lo usaba en el espacio circular de la asamblea donde se discutían los temas relacionados con las cosas públicas y privadas.

En los períodos de conmoción social o de significativo ejercicio de la política, la retórica se cultivó con mayor intensidad. Así, la Atenas del siglo V a. de C., que se había convertido en un importante centro cultural, bajo la sutil influencia de la sofística, dio origen a la ekklesia (asamblea del pueblo), el espacio ideal para desplegar las estrategias discursivas de la persuasión, tan necesarias en los juegos políticos. Kilwardby, un monje dominico del siglo XIII, afirma que la retórica se desarrolla «porque la ética política exige que en la ciudad se consiga la justicia, la utilidad y la honestidad, pero solo se alcanzan si hay deliberación o consejo; y este solo se logra mediante el debate y la persuasión» (Beuchot, 1998: 42).

En la Grecia clásica, la lengua alcanzó una notable jerarquía, lo que obligaba a los griegos a usarla con precisión, solvencia y hasta con elegancia, de ahí deriva la importancia de la retórica. Los niños recibían una sólida formación lingüística que les posibilitaba, cuando llegaban a la juventud, usar su lengua para desempeñarse social y políticamente. Conocer el arte retórico, o sea, la capacidad de argumentar persuasivamente, permitía al ciudadano progresar como político y alcanzar el poder, la gloria y la fama.

En las escuelas romanas, se realizaban ejercicios de composición, memorización, recitación de discursos y el maestro debía corregir la pronunciación, el tono de voz, la actitud del orador frente a su auditorio. Las prácticas se efectuaban en dos líneas: 1) suasoriae: consistía en actividades retóricas para los principiantes que debían, hipotéticamente, consultar y cuestionar los hechos realizados por personajes famosos históricos o mitológicos, con el objetivo de argumentar sobre las razones que los indujeron a tomar determinadas actitudes, en ciertas situaciones; 2) controversiae: esta propuesta destinada para alumnos avanzados consistía en abordar temas jurídicos y políticos desde sus propias perspectivas.

La retórica, hoy

Hablar de la retórica hoy es hablar de un sistema en continua transformación que se renueva y permite explicar las actividades de relación y de expresión del ser humano. La cultura del ágora basada fundamentalmente en la oralidad (aunque ya se conocía la escritura) con el correr del tiempo pasó a integrar una cultura de la escritura y luego, una cultura electrónica, donde la palabra está acompañada por imágenes y melodías cambiantes que obligan a modificar nuestra forma de acercarnos al discurso. Sin embargo, la retórica aristotélica es eterna porque toma todas las dimensiones del hombre, como dice Beuchot (1998: 118): «no solo es intelecto, sino voluntad; no solo pensamiento, sino también sentimiento; no solo concepto, sino también el afecto, el deseo». Hoy se la rescata porque es posible considerar una retórica general que ofrece como objeto de estudio el lenguaje argumentativo y figurado. Se la valora, al igual que entonces como:

  • Técnica (en el sentido griego que significa arte — τέχνη—) del bien hablar/ escribir.

  • Discurso epistémico que busca la «verdad» con el fin de «enseñar»2.

  • Discurso que pone en juego los resortes de la elocuencia y las estrategias lingüístico-pragmáticas.

  • Discurso argumentativo que ofrece la oportunidad de elegir para darle sentido al concepto de libertad, pero a la vez prevenir de los extravíos del ímpetu discursivo.

  • Teoría de la persuasión/convicción (según sea argumentación que «anestesia» o que mueve al oyente/lector desde lo cognitivo y lo emocional).

  • Discurso de relaciones polivalentes entre enunciador/enunciatario/os.

Los nuevos tratados sobre retórica mantienen la especialidad de la creación de un discurso argumentativo, pero agregan la interacción dinámica que debe existir entre el texto retórico y su contexto, es decir, el modo como el texto se refuerza o responde al tejido social.

Los estudios retóricos fueron reactivados en las últimas décadas del siglo XX en distintas líneas de investigación, esto no significa que la retórica hubiese desaparecido en las centurias que separan la actualidad, de los griegos y romanos, por el contrario, sin perder su impronta se fue adaptando a las recientes tecnologías, géneros y situaciones. Es considerable el número de estudiosos que rehabilitaron la retórica desde planteamientos lingüístico-discursivos en relación con el desarrollo de las comunicaciones en el tercer milenio.

Dentro de las líneas actuales, la iniciada por Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989), integrante del grupo de Zurich, rescata a los retóricos griegos y romanos para justificar —especialmente con la terminología empleada por Aristóteles— una teoría de la argumentación en la que enfatiza la importancia de la relación entre el hablante y su auditor y considera la eficacia de las estrategias aristotélicas en la conversación, en los medios de comunicación y en diferentes situaciones sociales con el fin de influir o imponerse ideológicamente sobre quien escucha.

Perelman y Olbrechts-Tyteca tienen como fin resucitar una «tradición gloriosa y secular», respetando el espíritu que alentó a la retórica en la antigüedad, cuyo objetivo era «el arte de hablar en público en forma persuasiva [...] con el fin de obtener su adhesión a la tesis que se presentaba» (1989: 36); proponen una nueva retórica o una neodialéctica como una teoría de la argumentación.

Recientemente, se acrecentó el interés por una retórica general de carácter textual y crítica que supone una reactivación total del sistema retórico. Se acciona el instrumental teórico con las contribuciones que recibe desde los actuales estudios sobre el discurso3 y se busca presentarla como ciencia y técnica de la comunicación. Asimismo, involucra distintas disciplinas necesarias para abordar la problemática sociopolítico-cultural y las relaciones de poder que se entretejen en el intercambio discursivo.

La «máquina retórica», como la llamó Barthes, heredada de la antigüedad, se organizó en cinco operaciones que no son, simplemente, partes del discurso sino «partes constitutivas del arte retórico» (1982: 40-41). Ellas son:

  • inventio (euresis) encontrar qué decir o definir el tema

  • dispositio (taxis) ordenar lo que se encontró

  • elocutio (lexis) expresar el discurso en un lenguaje claro y sutil, además, adornado.

  • memoria (mnemé) recurrir a la memoria para recordar las ideas planteadas en el discurso.

  • actio (hypocrisis) situar en escena el discurso (representación), poniendo en juego las estrategias verbales y no verbales.

Estas operaciones o cánones tienen un carácter activo, programático y operativo, porque son «actos de una estructuración progresiva» (ibidem: 42). La crítica retórica las recupera y pone especial énfasis en la inventio y la dispositio, sin embargo, no se puede soslayar la importancia de la elocutio, por cuanto permite describir y explicar la construcción textual en los niveles microestructurales.

Asimismo, cuando se trata de discurso oral, hay que rescatar la memoria, cuyo ejercicio no es significativo en sociedades como la actual. En una breve digresión, se ilustrará la importancia del cultivo de la memoria; para ello se aludirá al mito de Teut y Tamus. Platón, en Fedro, relata que cuando el dios Teut inventó, entre otras cosas, las letras, al rey Tamus no le pareció adecuado. Este hecho iba a impedir que los hombres desarrollaran la verdadera memoria, ya que al apoyarse en la escritura se incrementaba una memoria bastarda «que hará a los hombres sabios aparenciales e insoportables pedantes». Seguramente el rey tenía razón al defender la oralidad, ya que como afirmaba Alcidamante de Elea4, el discurso oral «exige rapidez de pensamientos y buena disposición del léxico» y porque en la dimensión socio-política de las ciudades es más útil el discurso oral que el escrito (López Eyre, 1998).

La quinta operación retórica: actio, exige la puesta en escena, ya lo había explicitado Aristóteles cuando consideró a la oratoria como «una pintura de escenografía». Raúl Dorra ha realizado un estudio sobre la retórica como arte de la mirada, porque el cuerpo es un escenario, un centro de tensión que soporta la mirada del otro, por lo tanto no puede permanecer distendido, «sordo a la forma», sino, «tenso, moldeado por el ejercicio que termina haciendo de él una obra de arte» (2002: 18). No será lo mismo pronunciar un discurso con la única finalidad de informar, que un discurso retórico en donde el cuerpo se tense en cada palabra.

La retórica en el aula

La retórica está presente en el aula, solamente que será tarea del docente canalizar e incentivar su práctica desde una perspectiva crítica. Cuando empleo el vocablo crítica lo hago respondiendo a su significado etimológico: decidir, dirimir, juzgar/interpretar, explicar/someter a juicio. Esta acepción permite afirmar que la tarea de quien aborde una perspectiva crítica será la de distinguir, elegir, juzgar e interpretar los hechos, los objetos y las personas presentados a través del discurso retórico.

Ann Gill y Karen Whedbee (2000), dos lingüistas norteamericanas, proponen abordar el análisis del texto retórico formulando preguntas, especialmente sobre el contexto para reconocer los temas o los problemas propios de una comunidad. El conocimiento del espacio social, cultural, político, se convierte en una exigencia de la exploración previa, para identificar los acontecimientos que influyeron en el discurso.

También es necesario construir la figura de la persona retórica, o sea, aquella que surge para representar el enunciador cuando asume la voz discursiva, y distinguir el auditorio/lector con quien se trata de establecer un acuerdo. Este primer acercamiento al discurso retórico se relaciona con la primera operación de la retórica clásica, es decir con inventio: encontrar qué decir, preparar el espacio discursivo.

En un segundo momento, interesa el discurso en un nivel macroestructural para que proporcione los elementos necesarios a los fines pragmáticos. Conviene reconocer cómo la estructura se articula con la temporalidad, o sea, cómo atiende a los avances y los retrocesos del discurso en el tiempo, ya que la fuerza argumentativa está dada por el manejo que se hace de la progresión temporal. Así, una ruptura o una interrupción provocan una serie de expectativas en el auditorio. Esta etapa del análisis se corresponde con la dispositio que consiste en ordenar lo que se encontró.

Elocutio o tercer momento permite acrecentar la fuerza argumentativa utilizando aquellas figuras retóricas que no solo adornan el estilo —porque si este fuera el único objetivo de la retórica la reducimos a una teoría de los tropos—, sino que construyen una verdadera retórica de figuras. El desvío de significado que provoca un tropo no es solo el desvío paradigmático que focaliza sobre una palabra la mutación de sentido, sino que atañe a todo el enunciado (Ricoeur, 1977).

Este encuentro con el análisis crítico de un texto, llevará a los/as estudiantes al reconocimiento de la importancia de la retórica, que en este trabajo solo se aborda desde una perspectiva lingüística, sin embargo, no es ajena a otros lenguajes como la pintura, la música, la arquitectura.

El otro paso a seguir en el aula es la producción de discursos retóricos que contribuirán a que los/as estudiantes mejoren sus exposiciones orales y escritas a partir del uso de estrategias lingüísticas y discursivas en relación con la audiencia, con la situación contextual y con las prácticas socio-políticas de la comunidad en la que están insertos.

Conviene tener en cuenta que en la actualidad se ha producido una vuelta a la cultura de la oralidad, aunque con las diferencias que imponen los medios de comunicación y electrónicos. No se debe olvidar la importancia de memoria y actio que permiten estructurar y retener los discursos, para poder pronunciarlos gobernando la voz y el cuerpo. Tal vez sean estas dos operaciones las más olvidadas en el aula, y adquieren relevante significación en el desempeño de cualquier profesión o en situaciones de la vida cotidiana.

Barthes (op. cit.: 79-80), quien escribió con intencionalidad didáctica «un ayuda-memoria» sobre la retórica, dice: «muchos rasgos de nuestra literatura, nuestra enseñanza, nuestras instituciones del lenguaje se verían aclarados o comprendidos de otro modo si se conociera a fondo el código retórico que dio su lenguaje a nuestra cultura». Agrega que tiene la convicción de que hay un acuerdo obstinado entre Aristóteles y la cultura llamada de masas, porque «¿Cómo evitar la evidencia de que Aristóteles proporcione a todo el lenguaje narrativo, discursivo, argumentativo, manejado por los medios de comunicación una clave analítica completa?»

El nacimiento de la retórica se produce cuando cae la palabra mágico-religiosa y surge la palabra-diálogo. Se da el paso de una verdad absoluta a una verdad consensuada; de Pistis (diosa de la fe) a Peitho (diosa integrante del cortejo de Afrodita, que podía «persuadir» con sus encantos); de la mirada que se esconde en una genuflexión ante los dioses, a la mirada que se encuentra con el otro.

La retórica se afianzó con los conflictos sociales y políticos de los pueblos que pugnaban por imponer una ética política. No hay que ultrajarla hoy, considerándola una simple práctica de la oralidad, hay que devolverle, en el aula y en la vida, el estatus de «arte cumbre del λόγος».

Referencias bibliográficas

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Barthes, R. (1982). Investigaciones retóricas I. La antigua retórica. Ayudamemoria. Barcelona: Ediciones Buenos Aires S.A.

Beuchot, M. (1998). La retórica como pragmática y hermenéutica. Barcelona: Anthropos.

Bustos Muñoz, T. (2007). Retórica y expresión. Recuperado de: htpp// www.correo-gto.com.mx/notas.asp

Cicerón, M. T. (1946). «De la invención retórica» en Obras completas. Vida y Discursos. Madrid: Anaconda.

Dorra, R. (2002). La retórica como arte de la mirada. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Gill, A. y K. Whedbee (2000). «Retórica»; en Van Dijk (comp.). El discurso como estructura y proceso. Barcelona: Gedisa.

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Ricoeur, P. (1977). La metáfora viva. Buenos Aires: Editorial La Aurora.

Virasoro, M. (2000). Los griegos en escena. Buenos Aires: EUDEBA.


  1. Universidad Nacional de Salta (UNSA). Profesora en Letras y Doctora en Humanidades por la UNSA. Master y Especialista en Didáctica por la Universidad de Buenos Aires. Docente en la UNSA y en la Universidad Católica de Salta (UCASAL). Autora de varios libros. Directora de Proyectos de investigación del Consejo de Investigación de la UNSA. Directora e Integrante del Consejo Académico de la Maestría en Ciencias del Lenguaje (UNSA).

  2. La retórica es considerada como opuesta a la lógica, ya que busca la verdad a través de la argumentación, mientras que la primera, busca demostrar «su verdad» por medio de diferentes estrategias. De todos modos, los recientes estudios consideran la cientificidad de la retórica «a partir de la teoría de juegos» la que al poseer «un alto grado de maleabilidad parece peligrosa y de hecho bastante cercana a la idea de que las afirmaciones científicas pueden engañar» (Bustos Muñoz, 2007).

  3. Entre los grupos de investigadores que abordan la retórica crítica tenemos: de la escuela norteamericana Ann Gill y Karen Whedbee; en la Universidad de Río de Janeiro: Tatiana Nascimento e Isabel Martins; en la Universidad de San Pablo, Anely Ribero, seguidoras de la línea norteamericana; los españoles: García Berrio, Albaladejo, Pozuelo, Ruiz de la Cierva.

  4. Discípulo de Isócrates, en el siglo IV a. de C. redactó un panfleto descalificando a quienes componían discursos escritos.

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