(Nota de divulgación)
Introducción
Los Valles Calchaquíes conforman un sistema de valles y montañas del Noroeste Argentino (NOA) que se extienden por 520 Km de norte a sur a través de la región centro de la provincia de Salta, extremo oeste de la provincia de Tucumán y región noreste de la provincia de Catamarca.
El Valle Calchaquí es el cuerpo principal de los valles, que constituye en términos geológicos una fosa tectónica cuaternaria de rumbo norte-sur, de unos 200 km de longitud. Este valle y los demás valles fluviales que lo alimentan forman el conjunto de los Valles Calchaquíes. En estos valles se encuentra el “Río Calchaquí” que los recorre de norte a sur; y más al sur, el “Río Santa María” atraviesa de sur a norte. Ambos confluyen próximos a la localidad de Cafayate y forman el “Río de las Conchas”. Rodeado de las cumbres más altas de la cordillera Oriental, puede destacarse el Nevado de Cachi como la cumbre más elevada (6300 m s.n.m.). En el sector salteño, el valle es encajonado desde sus nacientes en el Nevado de Acay (3500 m.s.n.m.), hasta San Carlos, y se ensancha en El Mollar, donde confluye el río Calchaquí con el río Santa María (1680 m.s.n.m). El fondo del valle presenta extensos mantos rocosos, con presencia de depósitos de piedemonte y conos aluvionales. El valle presenta una serie de cuencas tributarias con distintas características en sus márgenes, en el lado occidental se presentan cursos de agua permanentes, mientras que en la margen oriental existen diversos cursos de agua de carácter temporal que fluyen hacia el río Calchaquí.
Los fenómenos erosivos en los Valles Calchaquíes han permitido en gran parte la presencia de una gran diversidad de formaciones geológicas, caracterizadas por sus colores, formas y relieve. Entre ellas se pueden destacar la Quebrada de las Conchas (Cafayate), la Quebrada de las Flechas (Angastaco), el valle de las Cuevas de Acsibi y la laguna de Brealito (Seclantás).
Los Valles Calchaquíes conforman un ambiente semiárido, con escasas precipitaciones, y una marcada amplitud térmica. Los Valles presentan una serie de condiciones privilegiadas para la actividad vitivinícola, ubicándose algunas de las zonas más importantes de la producción de vid en el país, principalmente Cafayate y Molinos. La economía regional se expresa en distintas actividades comerciales, las cuales están hoy ligadas en gran medida al turismo (hotelería, casas de comida, etc.). La zona sud y centro constituye una de las mejores para el cultivo de uvas blancas. La uva torrontés es una de las más destacadas, y deriva del cruzamiento de dos variedades: moscatel de Alejandría (de la cual hereda el aroma a azahar, rosas y miel) y uva negra o criolla chica. La zona norte del valle exporta el pimiento, además, se produce haba, papa, tomate, zanahoria, cebolla, alfalfa y se crían caprinos y ovinos. Una de las atracciones más distintivas de Payogasta y del área norte del valle son los secaderos de pimientos que se encuentran en fincas cercanas al lugar y en los mismos pueblos. Los pimientos, recién cosechados, son extendidos y expuestos al sol para transformarlos en pimentón, empleado como aderezo en las comidas típicas de Salta. En el sector sur, el paisaje contrasta las superficies de los cultivos de vid, en una franja ancha de color verde intenso que sigue el río, con la aridez propia del lugar.
El paisaje cultural del Valle Calchaquí en su recorrido se distingue por la variada y constante sucesión de casas y construcciones de barro y adobe a la vera del camino; parajes y poblados; capillas insertadas y mimetizadas a veces en el paisaje; acequias; cordones de álamos, molles y chircales, pircas de piedra y adobe que separan corrales y fincas; construcciones centenarias relacionadas con la producción. Pueden observarse sectores donde la ruta en la zona baja se encierra entre líneas de pircas y molles y sectores altos con amplitud visual de los colores estacionales de los cultivos y el paisaje. La Ruta Nacional 40 atraviesa de forma vertebral los Valles Calchaquíes desde el norte, el Abra del Acay en Salta, hasta el sur, paraje de Campo Arenal en la provincia de Catamarca.
En tiempos prehispánicos, esta área fue habitada por diversos grupos étnicos originarios —a menudo categorizados por la historiografía y etnología tradicional bajo el nombre genérico de diaguitas— a los que, en tiempos incaicos, se sumaron otros provenientes de diversos lugares del incario (Lorandi y Boixadós, 1987-88). El Valle Calchaquí es considerado uno de los sitios más notables y atrayentes de la Argentina. En esta región se asentaron los nativos calchaquíes —de quienes recibe su nombre el valle— que desarrollaron una gran variedad de culturas, como ser la cultura agroalfarera de Santa María, cultura Candelaria, cultura Alfarcito, entre otras. Los calchaquíes estuvieron en guerra con los invasores españoles durante aproximadamente 100 años. Las “guerras calchaquíes” fueron iniciadas en 1562 por su jefe militar Juan Calchaquí. Los Valles Calchaquíes fueron conquistados por los españoles a fines del siglo XVII, derivando en inmensas propiedades agrarias que se explotaron con mano de obra local y de contingentes indígenas importados a la región (Mata de López, 2000; Rodríguez, 2008), aunque estas extensas haciendas o fincas se fueron fraccionando a lo largo del tiempo.
Hay un gran legado de pueblos y sitios del periodo prehispánico. Entre ellos se puede señalar el llamado Puerta de La Paya, el cual es un antiguo emplazamiento de lo que fuera la ciudad de Chicoana; también están los Graneros de la Poma y el Potrero de Payogasta (kallanka) de la cultura incaica (Monumentos Históricos Provinciales). Estos dos últimos sitios forman parte del Qapaq Ñan o Camino del Inca, recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Los Valles Calchaquíes en el sector de la provincia de Salta, que es el área que abarca este escrito, se encuentran sembrados de pueblos y parajes de norte a sur, cuyas localidades más importantes son La Poma, Payogasta, Cachi (LHN), Seclantás (LHN), Molinos (LHN), Angastaco, San Carlos (LHN), Animaná y Cafayate, cuyos orígenes datan del periodo colonial, pero su consolidación como áreas urbanas acontece recién a fines del siglo XIX, salvo Cafayate que nace a principios del siglo XX en terrenos de una donación y cuya planificación se hizo en una trama de cuadrícula perfecta.
Urbanismo y patrimonio
Los pueblos del Valle Calchaquí se originan con la implantación de la encomienda. A partir de la hacienda del encomendero y de la capilla, estos edificios representarán los centros del nuevo poder económico y religioso. Con el tiempo y alrededor de estos edificios, surgirán espontáneamente los primeros núcleos urbanos que hoy conocemos. La necesidad de supervivencia y el aislamiento geográfico crearán el autoabastecimiento, lo que originará posteriormente una suma de funciones que ocasionarán el lento proceso de mestización y concentración paulatina de habitantes. Los pueblos tienen similares características en sus estructuras urbanas en general, pero la fuerza del lugar de emplazamiento de cada uno los hace ver con características muy propias.
A partir de los edificios mencionados, la hacienda y capilla, surgen las calles sinuosas de los pueblos con fachadas continuas de pesados muros de adobe y pocos vanos, los que van a conformar pintorescos pueblos de arquitectura de tierra, de calles de perspectivas recortadas y espacios urbanos cerrados, veredas que se elevan para adaptarse a la topografía, características que van a dar identidad propia al paisaje urbano.
La estructura urbana de los pueblos en general es irregular. Está conformada por manzanas de distintos tamaños y calles no paralelas con desniveles, quiebres, bloqueos, con diferentes anchos en un mismo tramo, consecuencia de su crecimiento espontáneo y de las fuertes pendientes de la topografía del lugar donde se emplazan. Las parcelas son irregulares y de muy diferentes tamaños; estas se regularizan en los nuevos sectores de crecimiento del pueblo.
Los pueblos se estructuran a partir de una ruta o camino antiguo que, junto con las capillas y plazas, conforman el núcleo primario que les dio origen. La visión general de los pueblos es de trazado bajo. Se recuestan en la complicada topografía en la que sobresale el volumen de la Iglesia, aunque también al fondo, sobre laderas, se destacan los nuevos barrios en crecimiento. Otro elemento urbano característico son los pórticos de los cementerios, ubicados sobre una alta planicie en un definido volumen; se destaca el de Cachi, con recova exterior de once arcadas, llama la atención por su imagen extendida, compacta y aislada a manera de una fortaleza mirador. Las fachadas urbanas componen una continuidad que definen, con los gruesos muros de adobes, el espacio público y privado. Estas son altas, de una sola planta; tienen elementos poscoloniales, la mayoría con pretiles ciegos y largas gárgolas de latón sobre la vereda; la composición de pilastras y cornisas con simples molduras, pocos vanos y de proporciones rectangulares; las carpinterías son de madera, es muy común el tablero rectangular trabajado con dibujos simétricos, de poca profundidad en su talla con diseños simples de flores o bastones finos.
Las veredas son angostas, de un metro promedio de ancho, de piedra laja, y altas para tomar las fuertes pendientes con los muros de contención de piedra bola, que hacen de cordón de vereda; las calles están adoquinadas con bordes y sectores de empedrados.
La tecnología de barro colabora en la imagen homogénea del pueblo. Las casas son todas de adobe con techos de torta, a veces con tejas coloniales, poca ornamentación, y la mayoría están pintadas de blanco como en Cachi, Molinos, Angastaco y San Carlos. En La Poma prevalece el color tierra por la torta y los muros sin revoques, como también en muchas viviendas ubicadas por toda la Ruta 40, con recovas de arcos góticos u ojivales y otras de medio punto. En Payogasta y Seclantás se presenta mayor variedad de colores en las fachadas como el rosa y el añil.
Desde el norte por la Ruta 40, o viniendo desde la ciudad capital por Ruta 33, se encuentra el pueblo de Payogasta, uno de los pueblos más antiguos del valle. En 1646 se había encomendado a “don Luis Arias Navamuel, quien tenía entonces 23 indios” (Gutiérrez y Viñuales, 1979); lo que dio origen a este poblado —a partir de un pueblo de indios— que se estructuró sobre la base del camino que viniendo de Salta cruzaba el río (Gómez, 2010).
Se encuentra en una situación privilegiada en términos de su visual paisajística, en un terreno de fuerte pendiente en el que se puede observar, desde la plaza principal, el río y las distintas profundidades de las cadenas montañosas de la precordillera con el Nevado de Cachi. El pueblo se desarrolló primero en la zona baja al borde del río Calchaquí, a partir del viejo molino y de la capilla; la ruta pasaba entre estas dos edificaciones cruzando el río. Se destacan en el paisaje urbano de Payogasta los muros de tapias que esconden los sectores de áreas de cultivos que se insertan dentro de la vieja trama; las tapias son realizadas con adobe y piedras y colocadas en distintas posiciones con variedad de diseños. Las tapias cumplen la función fundamental de dar continuidad a las fachadas y de cerrar del espacio público de la calle.
Figura 1, Figura 2En el área periférica del pueblo se encuentran casonas o salas rurales, de tipologías de patios, rodeadas de galerías y recovas, muchas de origen colonial o poscolonial. Se destacan la Sala de Payogasta, a pocos kilómetros del pueblo, y la de Ruiz de los Llanos. Esta arquitectura en el entorno inmediato a Payogasta, como también en otros pueblos, conforma una unidad en el paisaje cultural generado por siglos de trabajo del hombre con la tierra, con los tipos de cultivos y de vegetación, casonas rurales, restos arqueológicos, producción y paisaje.
Figura 3, Figura 4A pocos kilómetros se encuentra Cachi. En documentos de 1673, figura la existencia de la encomienda de doña Margarita de Chávez, y años después en 1719, como propietario del fundo, don Pascual de Elizondo; luego, a mediados del siglo XVIII, pasa a don Felipe de Aramburu, y se da origen a lo que se conoció como la “hacienda de Cachi”. A partir de este periodo comienza a conformarse el núcleo del poblado, pero la expansión urbana comienza a fines del siglo XIX. La hacienda pasa finalmente a depender del doctor Benjamín Zorrilla.
El pueblo se estructura a partir de la ruta que, pasando el actual puente de acceso sobre el río Calchaquí, se transforma en calle Benjamín Zorrilla. Esta calle llega al núcleo urbano, la plaza del pueblo y la capilla, y continúa hacia Cachi Adentro, o dobla ortogonalmente en el sector de la plaza para seguir al pueblo de Seclantás, bajando por la calle Bustamante. A partir de estos dos ejes perpendiculares surgen calles casi paralelas a ambos ejes que conforman las otras calles del sector viejo del pueblo.
En Cachi el núcleo principal es la capilla de San José, con una fachada plana que remata con una espadaña que hace frente a una plaza seca empedrada y perfectamente rectangular, limitada también por las recovas ojivales del edificio del Museo de Arqueología; al oeste hay otro espacio público: la plaza ajardinada del pueblo cercada por pircas.
El Museo Arqueológico de Cachi, Pío Pablo Díaz, es el otro edifico significativo al costado este de la iglesia. La plaza seca con su largo pórtico de arcos ojivales posibilita una lectura interior neocolonial, con un espacio de acceso y dos patios simétricos, y constituye un patrimonio arqueológico que refleja todas las etapas de la historia prehispánica del Valle Calchaquí. El visitante realiza un recorrido histórico de aproximadamente 10.000 años, a partir de los períodos de cazadores y recolectores, formativo, desarrollos regionales, inca e hispano-indígena.
Cachi es uno de los pueblos que más ha crecido demográficamente; se ha transformado en un gran centro turístico y de intensa vida cultural del valle. Se destaca la fiesta patronal el 18 de marzo, con los misachicos, pequeñas imágenes de santos conservados por familias que, desde numerosos parajes, llegan al pueblo a reunirse para acompañar al Santo Patrono, y se ubican en la recova del museo, frente a la plaza, aguardando la celebración de la misa; se procede después a la Quema de Cardones, los fuegos artificiales y una velada artística. Posteriormente se realiza el desfile de Gauchos y, al finalizar, un almuerzo comunitario. Todo esto conforma una muestra de sincretismo religioso, la unión de una tradición ancestral pagana y el cristianismo.
En la provincia de Salta, y especialmente en el Valle Calchaquí, en cada pueblo se realizan las fiestas patronales con la amplia convocatoria popular. Estas fiestas son para cada lugar y para la comunidad un punto fundamental en la reproducción y sostenimiento en el tiempo de las identidades locales y, por lo tanto, del patrimonio intangible.
Figura 5: Plaza seca e iglesia de Cachi.
Figura 6: Calle Bustamante - Cachi.
Figura 7: Calle Bustamante - Cachi.
Figura 8: Calle Bustamante - Cachi.
Figura 9: Casa Urbana de Cachi
Figura 10: Calle Suárez
Figura 11: Calle Suárez
El pueblo de Seclantás se ubica a 30 km de Cachi. Al cruzar el río Calchaquí, se observa el perfil del pueblo con la iglesia próxima al río y, de fondo, un cerro con la capilla y el cementerio. La trama del pueblo tiene como único eje la calle principal. En un extremo está la pequeña plaza principal, y cercana, pero exenta a esta, se ubica la iglesia. Los edificios se aglutinan conformando una larga fachada continua a la calle principal y la plaza. Las fachadas tienen un austero y simple uso de elementos italianizantes de base, pilastra, cornisas y parapetos.
Figura 12: Calle Abraham Cornejo
Figura 13: Calle Abraham Cornejo
Figura 14: Calle Abraham Cornejo
A la vera del camino, llegando a Seclantás, es muy importante observar el “camino de los artesanos”. Es una ruta, paralela a la Ruta Nacional 40, que comienza en El Colte y termina en Seclantás, con una veintena de casas talleres de adobe y techo de paja o caña, donde se fabrican tapices, caminos, telas, alfombras, fajas, alforjas, peleros, picotes, ponchos, frazadas, ruanas, mantas, chales, bolsos, chalecos, chalinas y pulóveres. Los artesanos teleros ofrecen sus obras a la vera del camino o incluso abren las puertas de sus casas para mostrar cómo trabajan. Utilizan lana de oveja, de llama, y algunos de vicuña, y también anilina o tinturas vegetales con base en cáscaras de nogal o resinas de algarrobo.
Figura 15: Vista de la capilla del cementerio - Seclantás
En el centro del trayecto por la Ruta 40, hacia el sur, dentro de un impresionante marco natural, se focaliza el pueblo de Molinos. Se destacan dos volúmenes que se acentúan por sus tamaños: la iglesia y la casona del último gobernador realista Nicolás Severo de Isasmendi.
Estos dos edificios, la casa del encomendero y la iglesia de San Pedro de Nolasco, representan los dos centros de irradiación de la colonización española en el valle; el primero es el poder económico, el establecimiento de la hacienda con su amplio dominio territorial, y el segundo, la Iglesia para catequizar a los aborígenes del lugar. La hacienda surge a partir del año 1659, cuando el gobernador Alonso de Mercado y Villacorta, luego de derrotar el último levantamiento calchaquí, adjudica una encomienda en Molinos al maestro de campo Diego Diez Gómez, la hereda su yerno el general Domingo Isasmendi, español radicado en Salta en 1726. La mayor parte de la hacienda fue construida por Domingo de Isasmendi y completada luego, en 1767, por su hijo Nicolás Severo de Isasmendi, que compra en 1794 a sus hermanos todos los derechos sobre la hacienda.
Figura 16: Iglesia y casa del encomendero Isasmendi - Molino
La iglesia y la casona de la hacienda conforman un conjunto único y de gran valor por su historia y valor arquitectónico. Estos dos edificios fueron los núcleos generadores del pueblo de Molinos, ambos están articulados por un espacio intermedio irregular, de plaza seca empedrada, donde hace frente la fachada de la iglesia con su pequeño atrio cercado.
Figura 17: Iglesia y casa del encomendero Isasmendi - Molino
Desde este espacio público nace la calle más antigua del pueblo, la calle Abraham Cornejo, con continuas fachadas, blancas y bajas, de las casonas que la conforman. La irregularidad de la implantación de las edificaciones produce ensanchamientos de calles que crean espacios urbanos, de escala íntima y agradable, empedrados, y a veces con un inmenso árbol de molle. Se destaca el angostamiento en la calle San Martín, donde los vértices agudos de dos casas en esquina parecen tocarse creando un cerrado y tensionante espacio urbano. Las calles son arboladas, muchas con olmos que fueron plantados a principios del siglo XX.
Figura 18: Casas y calles típicas de Molinos
Figura 19: Casas y calles típicas de Molinos
Figura 20: Casas y calles típicas de Molinos
Figura 21: Casas y calles típicas de Molinos
Frente al espacio que la articula con la iglesia, mediante una larga fachada de muros con gruesos contrafuertes y pocos vanos que le servían de defensa de los ataques indígenas, la hacienda tiene una puerta de acceso y pegada a esta sobresalen la torre y escalinata exterior como mirador del entorno. Este volumen de la casona más las dos torres de la iglesia son los espacios que se destacan en el perfil urbano. La portada de la casona deja ver, apenas, el patio principal. A la manera andaluza, tiene los ejes quebrados en la comunicación de zaguanes y patio para ocultar visuales y proteger la intimidad.
Figura 22: Casa de Isasmendi - Molinos
Figura 23: Casa de Isasmendi - Molinos
Figura 24: Casa de Isasmendi - Molinos
Los patios se jerarquizaban según las funciones familiares. Originalmente la hacienda tenía cuatro patios rodeados con galerías de dinteles rectos, zapatas y columnas de madera. El principal está frente a la iglesia, alrededor de este patio se encuentran las habitaciones principales de la casa, sala, comedor, escritorio y dormitorios; en el segundo estaban las cocinas, los servicios y las viviendas de los peones; los otros dos estaban vinculados con las faenas rurales. La actividad productiva predominante de la finca se centraba en las bodegas, la fábrica de jamón y los molinos harineros.
Figura 25: Patio casa de Isasmendi - Molinos
En Molinos, el logro más trascendente en materia artesanal es la producción de la fibra de vicuña en el criadero “Coquena”, a partir de la cual, mediante el aprovechamiento sustentable de la especie, se realizan una gran variedad de artesanías. A través de un largo proceso de trabajo artesanal, se han rescatado y actualizado la viejas técnicas de tejido, hilado y teñido, y se ha logrado definir un estilo ligado al horizonte de experiencia o tradición cultural propia, sin anular la creatividad de los artesanos. Esta gran tarea artesanal permitió rescatar la calidad y maestría textil de Molinos, proporcionando dignidad y crecimiento en la vida del artesano. En la Sala de Entre Ríos funciona la Asociación de Artesanos y Productores San Pedro Nolasco, donde se exponen y comercializan artesanías textiles únicas y de gran calidad, además de especies aromáticas, quinua y miel de abeja, que producen y procesan sus socios de manera orgánica. Actualmente, Molinos se destaca por su bodega de vinos de altura de Colomé, que integra la ruta del vino.
Figura 26: Calle Abraham Cornejo - Molinos
En el área sur del valle Calchaquí, se encuentra el pueblo de San Carlos. En este sector, a principios del siglo XVII, se instaló una misión jesuítica que luego fue incendiada en 1659 por los aborígenes. En 1719 se construye en el sitio una nueva capilla para la hacienda de San Carlos, propiedad de don Fernando de Lisperguez y Aguirre, posteriormente pasó a constituir parte de los feudos de don Ignacio de Aramburu. En el siglo XIX, surge el poblado alrededor de las funciones de la finca de los Aramburu y de las actividades de la Iglesia. El pueblo de San Carlos, que se encuentra sobre una parte llana, cercana al lecho del río Calchaquí, surge espontáneamente sobre la Ruta 40 que une todo el valle.
Las casonas con patios y galerías se fueron agrupando a lo largo de esta ruta, actualmente avenida San Martín, de manera que constituyen un valioso conjunto urbano, único en nuestro país, de casas poscoloniales sobre dicha avenida a lo largo de casi un kilómetro.
San Carlos se transforma en el centro económico de los valles, principalmente de la vitivinicultura, a fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX, pero pierde importancia con el surgimiento de la cercana ciudad de Cafayate debido a la instalación de nuevas bodegas y por la ubicación, más privilegiada, en un enlace de caminos entre los valles centrales de Salta y Santa María.
En contraposición a la escala y proporciones generales del pueblo y del paisaje urbano de la avenida San Martin, se destaca el espacio de la plaza principal del pueblo y el volumen de la iglesia. La plaza, creada con las ideas del urbanismo decimonónico, responde a un espacio de cuadricula perfecta, ajardinado, con sus caminerías diagonales y de mayor escala; está situada en proximidad de la avenida San Martín, y casi al borde sur de esta, prácticamente sobre el acceso al pueblo.
Esta manzana de la plaza define, con sus continuaciones de calles, una retícula de módulos similares para todo el pueblo. Entre 1810 y 1830, se construye, junto con la plaza, la magnífica iglesia de San Carlos de Borromeo, que se destaca por el tamaño grande de su volumetría si la comparamos con el resto de capillas e iglesias del valle, excepto la de Cafayate que es posterior.
Alrededor de la plaza se destaca la iglesia, las casonas con comercio y largas recovas, entre ellos el edificio municipal “tipo cabildo” de una planta, fachada con recovas y arcos de medio punto realizados con gruesos muros de adobe.
Figura 27: Municipalidad de San Carlos
San Carlos es un lugar rodeado de cerros y montañas, donde hay muchas canteras de arcilla. Es por eso que en la zona viven pueblos alfareros tradicionales, con estilos muy propios, que incluyen iconografías como suris, ranas y cóndores. Según el lugar, se hornea con leña o con guano.
Los artesanos locales realizan variedades de formas utilitarias y ornamentales, combinando distintas técnicas como la tradicional de rodete, el modelado, y, en ocasiones, con el auxilio del torno de pie o moldes para producir piezas que luego son terminadas a mano. El color de las piezas —rojas o negras— varía según la técnica de cocción. Para la decoración predomina la utilización del engobe —pintura con óxidos de colores, previo a la cocción—, el grabado y la incisión. Tanto para los motivos como para las formas toman inspiración en la alfarería prehispánica, sometiéndola a diferentes reinterpretaciones y combinando con campos geométricos, guardas o motivos del arte rupestre regional.
Figura 28: Calle San Martín - San Carlos
Figura 29: Viejas casonas en calle San Martín – San Carlos
Figura 30: Viejas casonas en calle San Martín – San Carlos
Figura 31: Viejas casonas en calle San Martín – San Carlos
Figura 32: Viejas casonas en calle San Martín – San Carlos
Figura 33: Viejas casonas en calle San Martín – San Carlos
Figura 34: Viejas casonas en calle San Martín – San Carlos
La vivienda
Las casas son de diferentes tamaños, aunque con la misma tipología de patios, muchas con galerías interiores de mampostería. Las habitaciones son altas, seguidas unas de otras, y a veces con desniveles entre el paso entre una y otra, generalmente son de un solo patio; la topografía no permite los fondos profundos.
Muchas de las viviendas tienen vanos con doble puerta esquinera y pie derecho de madera, elementos tipológicos derivados del período colonial para los locales de comercios. Tienen altas y largas fachadas con simples vanos con ventanas de proporciones rectangulares y las rejas trabajadas con planchuelas de hierro. Por un zaguán entramos al patio principal de piso de lajas, y por otro, siguiendo un eje quebrado, se va a otro patio de servicios. Algunas de las habitaciones tienen cielorraso y pisos de cardón, otras, pisos de ladrillones, estructuras de techos de horcones que dan la forma de la pendiente de los techos, otras habitaciones tienen cielorrasos de cañizos atados con tientos de cuero y arriba el torteado de barro.
En Cachi se destaca la casa Garnica, la cual posee un pórtico de composición colonial, para el acceso, de arco conopial con simples pilastras como único ornamento jerarquizador. Otras, como en Molinos, tienen un apretado patio interior de gruesas columnas de mampostería de adobe.
Figura 35: Casa Radich - San Carlos
Figura 36: Vista interior techo casa Radich - San Carlos
Capillas e iglesias
Iglesia San José de Cachi (MHN) - Cachi
La iglesia de Cachi, que fue el oratorio particular de la familia Aramburu, propietaria de la hacienda, posee un volumen simple. Le fue agregada en su fachada un pórtico neoclásico, y, posteriormente, en la restauración de 1946, realizada por Nadal Mora, fue borrada la anterior, a fines de dar un lenguaje neocolonial, y queda la actual, plana, con una sobresaliente espadaña de tres campanas.
En el interior tiene una larga nave abovedada, con dos capillas que se abren a los costados a modo de crucero, próximos al altar, se completa con la sacristía y con una serie de locales para parroquia. Se destaca por su particularidad el techo que está realizado con arcos de mampostería de medio punto, conformado una bóveda que sostiene un entablonado de cardón del techo.
Los muros son de adobe, los revoques de barro y de cal, y el techo de torta. La estructura de arcos se muestra en los costados por los contrafuertes que definen los locales al oeste de la nave y la galería en el costado este. El altar es de mampostería, recrea los órdenes clásicos en una interpretación popular, como es tan común en la mayoría de las capillas del Valle Calchaquí, con pinturas que dan un fondo celeste con detalles dorados.
Figura 37: Iglesia San José de Cachi – Cachi
Figura 38: Iglesia San José de Cachi – Cachi
Figura 39: Iglesia San José de Cachi – Cachi
Iglesia de Nuestra Señora del Carmen (MHN) - Seclantás
La iglesia fue construida a fines del siglo XVIII. Tiene una sola nave con dos sacristías laterales que están unidas por grandes arcos de medio punto, y sobre el acceso se encuentra el coro en un entrepiso de madera. La fachada se compone en un solo cuerpo que contiene el acceso y las dos torres laterales con pequeñas cúpulas y pináculos en los cuatro ángulos. El acceso, dentro de un arco cobijo con la puerta principal y una pequeña ventana superior del coro, remata con un frontis engrelado (contorno de varias arcas de círculo que en sus intersecciones forman ángulos agudos).
En el espacio interior, se destaca la irregularidad de los horcones o rollizos de maderas naturalmente curvadas para dar las pendientes, con cañizo y torta de barro; el interior del techo esta todo revocado y encalado. Se resalta en el interior el altar mampostero con pilastras lotiformes y capiteles floridos con vivos colores, contiene un cristo nazareno con elementos clásicos que son interpretados popularmente, dada su libertad expresiva en las proporciones y policromía. Hay interesantes conjuntos de imágenes populares.
Figura 40: Iglesia Nuestra Señora del Carmen - Seclantás
Figura 41: Vista del altar y coro de Nuestra Señora del Carmen
Figura 42: Vista del altar y coro de Nuestra Señora del Carmen
Capilla del cementerio mausoleo familia Díaz (MHN) - Seclantás
La capilla mausoleo de la familia Díaz, realizada en 1885, es de una sola nave y de dimensiones pequeñas. Tiene un pequeño atrio definido con rejas bajas de madera con tumbas. La fachada, que se extiende mucho más en los laterales que el ancho de la nave que la contiene, es una interpretación popular de la composición y elementos clásicos, sobresale por cierto barroquismo en el uso de las pilastras y cornisas que se repiten horizontalmente, remata en una espadaña, todo unificado en color rosa. El interior, también escenográfico, con tres pilastras de sección semiredondas en los vértices y pilastras lisas en el centro, enmarcan pinturas de colores negros y ocres de cortinados y candelabros sobre un fondo encalado blanco, todo sobre un basamento de recuadros y entramados con los mismos colores con base en pigmentos de tierra. Esta capilla posee un gran valor artístico por su retablo y sus murales interiores sobre base de barro. Tiene techo de cabriadas de maderas, cañizo, torta, y tejas coloniales.
Figura 43: Capilla del cementerio mausoleo familia Díaz – Seclantás
Figura 44: Capilla del cementerio mausoleo familia Díaz – Seclantás
Figura 45: Capilla del cementerio mausoleo familia Díaz – Seclantás
Iglesia San Pedro de Nolasco (MHN) - Molinos
La iglesia es de nave única, con dos capillas laterales a modo de crucero y un coro, cuya prolongación hacia el exterior forma un balcón sobre el acceso, protegido por un arco cobijo que enlaza las dos torres campanario desde donde se oficiaba misa a los aborígenes. Las torres, con molduras simples, rematan en cupulines semiesféricos, lo cual genera un conjunto de extraordinaria armonía y expresividad. En 1826, la iglesia fue declarada Parroquia de San Pedro Nolasco de los Molinos.
El interior, de blancos y macizos muros de adobe, culmina en el plano del retablo del altar principal. La techumbre contrasta con sus oscuras y pesadas cabriadas de madera. Sobre ellas un entablonado de cardón con alfajías a la vista sostiene la cubierta de tejas, asentadas sobre torta de barro.
El retablo mampostero con tres caminos de pilastras semicirculares y molduras de arcos de medio punto, todo en color dorado, ornamentan los nichos de fondo blanco donde se encuentran las imágenes. Posee gran riqueza de cuadros e imágenes cuzqueñas, principalmente la talla de un nazareno y un cuadro con escenas de la pasión de la escuela flamenca. La iglesia de Molinos ha servido como modelo para la construcción de otras. El estilo es típicamente cuzqueño con tendencia barroca. Es muy rica en objetos religiosos de plata. Se encuentran en esta iglesia los antiguos libros del curato de Calchaquí.
Figura 46:Iglesia San Pedro de Nolasco - Molinos
Figura 47: Vista altar y coro - Iglesia San Pedro de Nolasco - Molinos
Figura 48: Vista altar y coro - Iglesia San Pedro de Nolasco - Molinos
Figura 49:Vista del altar - Iglesia San Pedro de Nolasco - Molinos
Iglesia de San Carlos de Borromeo (MHN) - San Carlos
La Iglesia de San Carlos de Borromeo, construida entre 1828 y 1850, tiene una fachada contenida por dos torres y entre estas un arco cobijo que cubre un balcón que tiene continuidad con el coro sobre el acceso interior de la nave. El balcón define el nártex con tres arcos. La vereda elevada con un avance sobre la calle Güemes conforma un atrio frente a la plaza.
El interior es de una nave en forma de cruz latina con una cúpula en el crucero y bóveda de cañón corrido, la cual fue demolida. Luego del terremoto de la Poma en 1930, se cambió por una cercha metálica con techos de chapas de zinc sobre el tramo principal de la nave. La bóveda quedó en las capillas laterales. También se eliminó un particular cielorraso de cuero de vaca estirado. La fachada del edificio tiene pintura al agua color amarillo y piso con cerámicos tipo San Carlos.
El retablo es de mampostería con tres caminos y dos cuerpos definidos por columnas de sección redondas y capiteles corintios. La parte central sobresale en volumen con las imágenes en capilla, mientras las laterales están contenidas en nichos; la ornamentación, pintada con pinturas simulando mármol, resalta por su policromía y variedad de formas de figuras de flores, ángeles, etc. Contiene valiosa imaginería, se destaca el cristo articulado, la Dolorosa del Calvario y San Isidro Labrador.
La Iglesia de San Carlos presenta, por el tamaño de volumetría sumado la cúpula, la importancia de la fachada, que incluye las torres en sus extremos; todo contenido en un solo plano, con la centralidad marcada con el frontis, el gran arco cobijo y las tres arquerías de acceso. Lo anterior hace de esta iglesia la de mayor jerarquía en todo el valle, y constituye una de las pocas obras de esta magnitud realizada en el país en el periodo poscolonial, fue inaugurada en 1854.
Figura 50: Vista de la iglesia - San Carlos Borromeo
Figura 51: Púlpito de madera - San Carlos Borromeo
Figura 52: Altar mayor y lateral dedicado a San Isidro Labrador - San Carlos Borromeo
Figura 53: Altar mayor y lateral dedicado a San Isidro Labrador - San Carlos Borromeo
Valle Calchaquí
La grandeza de las formas, relieves y colores, que ofrece el Valle Calchaquí coexiste con la abundancia de formaciones geológicas, erosión y contenido de minerales. Se destacan, por los contrastes de colores, el camino de los Colorados, las extrañas o caprichosas formas en la laguna de Brealito, cerca de Molinos, las Cuevas de Acsibi (Seclantás), y la Quebrada de las Flechas con sus formaciones rocosas puntiagudas e inclinadas que forman estrechos desfiladeros. (Angastaco). Esto evidencia que el valle cuenta con paisajes a los cuales damos un alto valor estético, de identidad y ecológico, por su excepcionalidad y su fragilidad.
Figura 54: La visual panorámica del valle es de una franja verde, fértil y angosta, de cultivos y arboledas, que persigue al río contrastando con el resto de la planicie yerma y seca, definida por los cordones montañosos.
En la determinación del paisaje cultural, es importante destacar el tipo de producción que caracteriza el paisaje rural del Valle Calchaquí. Básicamente es la agricultura, la cual va desde la de subsistencia a la de exportación, y cuyos principales cultivos son: vid, pimiento, maíz, habas, arvejas, cayotes, zapallos, alfalfa, trigo, avena, tomate, hortalizas varias; frutales como nogales, duraznos y peras; papa, legumbres; y, en particular, aquellos que caracterizan el paisaje como la vid, que parece un mar verde que ocupa grandes extensiones, y los secaderos de pimientos que cubren superficies de tierra con curiosas manchas rojas.
La forma de ocupación del suelo rural influye en que los campos de cultivos generen cierta geometrización, en un esfuerzo de adaptación a la topografía, acentuada con elementos como los arbolados que cercan y protegen las áreas de cultivos; los muros bajos o tapias que actúan como separación de terrenos de cultivo, realizadas con adobes en diferentes e interesantes variantes, de piedra o de piedra y barro, etc.; las alineaciones arbóreas; el tipo de regadío con acequias que viene de las altas cumbres; los corrales de pircas; los árboles añosos de sombra para el trabajo y el descanso, todos ellos identifican los parajes. Se preservan lugares de terrenos o vacíos necesarios para el ciclo hidrológico.
Figura 55: Área de Seclantás.
Área de Seclantás
Las tipologías constructivas, por más sencillas que parezcan, guardan una estrecha relación con la supervivencia del lugareño; su forma de producción es constitutiva del hábitat. Están sabiamente ubicadas y funcionalmente responden a las necesidades que le dan origen. En términos tecnológicos, son realizadas con materiales del lugar, lo que les otorga esa mimetización e integración al paisaje.
Las viviendas rurales se emplazan a los bordes de la ruta en dos formas definidas. La primera de ellas se da cuando las construcciones están pegadas al talud de la ruta, que se encuentra a un nivel más elevado, encontrándose las viviendas bajo la protección de los vientos. Generalmente, son de adobe sin revocar, con el color de la tierra y el techo de torta aparentar ser continuación del suelo. Esta ubicación no ocupa tierras fértiles, tiene una relación directa con el acceso a la ruta, y mantiene la distancia prudente al río debido a sus cambios repentinos. Dichas construcciones conforman un patio cerrado para la protección de las funciones familiares; todo combina en una sabiduría que se transmite en la forma de producción y de asentarse en el terreno. La segunda manera es cuando las viviendas se encuentran emplazadas al nivel de la ruta y muy cercanas, sus fachadas toman un carácter casi urbano con relación a la ruta, y su subsistencia depende de la venta de productos locales sobre esta. Mientras en la primera situación se mimetizan con el paisaje, en la segunda sus fachadas toman jerarquía arquitectónica, tienen elementos simples decorativos del neoclásico tardío y con recovas, aunque con una elaboración popular.
Otras construcciones aisladas que se destacan son las escuelas y sobre todo las capillas entre los cultivos, como la de El Carmen, en Angastaco, en la estancia de la familia Miralpeix, ubicadas en lugares altos en promontorios. Los cementerios están también en lugares elevados, como el cementerio también llamado El Carmen, con un largo muro de adobe sin revoque y acceso con arco, y en sobrerelieve la decoración neoclásica sin terminar.
Otra característica de este paisaje es el encajonamiento de la ruta entre acequias, pircas y arbolados, linderos a los campos de cultivos, que integran al pasajero haciéndolo sentir “dentro” de ese paisaje cultural (camino bajo, de Molinos a Angastaco), en contraste con otros momentos del recorrido donde el espacio es abierto, alto, espectacular, majestuoso.
Estos son elementos de persistencia de los rasgos característicos de la diversidad natural y cultural, donde las interfaces paisajísticas producen combinaciones armónicas como la agricultura-naturaleza, espacio construido y entorno.
Figura 56 Casonas al borde del camino.
Figura 57 Casonas al borde del camino.
La repetición de las mismos patrones, como las tipologías de la arquitectura y los elementos de la producción que la complementan; la forma de asentamiento; la manera de trabajar la naturaleza —que ha persistido durante siglos a lo largo de toda la Ruta 40— son factores que la transforman en un camino de alto valor patrimonial cultural para conservar y valorar.
Conclusión
Todos los aspectos urbanos-arquitectónicos anteriormente descritos definen sectores denominados el “Área de valor tangible e intangible” de cada pueblo, constituyen el núcleo donde las nuevas obras de arquitectura estarán subordinadas a los valores existentes, con el objeto de preservar las características ambientales auténticas.
Estos sectores son los de mayor valor del conjunto por la antigüedad de los edificios, características homogéneas y espacios urbanos relevantes. Es, asimismo, el lugar de valor histórico cultural donde se refleja la identidad del tejido social que la integra, y donde se manifiestan las actividades públicas, las fiestas populares, pero también lo simple y cotidiano.
El área del Valle Calchaquí representa una unidad cultural y geográfica, conformada a través del tiempo y la historia. Desde los diferentes asentamientos indígenas hasta la llegada de los españoles y el consiguiente mestizaje que ha transformando este territorio en la rica identidad que actualmente presentan estos pueblos, inmersos en un paisaje majestuoso, se han conformado culturas arraigadas, ligadas a un tipo de producción y conectadas a través de viejos caminos.
Arq. Orlando Julio Vilariño
Bibliografía
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Programa de Desarrollo Social y Cultural a través de la recuperación de Monumentos Históricos para la región noroeste (Valles Calchaquíes y Quebrada de Humahuaca y Puna). Proyecto AR 0199-BID AEE 26/ Perfil I. Dirección: Olga Paterlini. 1997-1998.
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Notas
Fotografías tomadas por la Arq. Rocío López de San Martín Zapata (febrero de 2018).
Peril académico y profesional del autor
- Arquitecto, egresado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).
- Profesional Asesor de la Dirección de Patrimonio Arquitectónico y Urbano de la Provincia de Salta.
- Jefe de Cátedra de las materias Diseño Arquitectónico-Taller Vertical y Teoría y Crítica de la Arquitectura, en la Universidad Católica de Salta (UCSA).
- Maestría de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo Latinoamericano, Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Tesis en curso.
- Curso taller internacional de posgrado de Salvaguardia Integral y Desarrollo de Ciudades Históricas Latinoamericanas, dictado en el Centro Internacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM), La Habana, Cuba.
- Premio Europeo GUBBIO 2013 para América Latina y Caribe por proyecto y dirección de obra: Puesta en Valor de los Poblados Históricos de los Valles Calchaquíes, Salta, Argentina. Proyecto y dirección, durante diez años, de restauración urbana desde la Dirección de Patrimonio Arquitectónico - Ministerio de Cultura y Turismo de Salta. Financiamiento BID y provincia de Salta.
- Correo electrónico: orlandojulio49@gmail.com